Desierto entre mis ojos desde mi ventana, en el zenit de la pandemia, mi sombra y yo somos uno, somos desierto.
”Hay momentos en los que la realidad te azota y lloras con la luz apagada de cara a la pared”. Záyin Villavicencio
Yo, Isabel
Soy morena, de ojos y cabello castaño, este año cumpliré 63. Isabel me llamo. Tengo una nieta de diez que se muerde las uñas desde que lo supo; supo que no estaría más con ella. Dice que extraña las historias que le contaba antes de dormir. Que mi voz no la acompañará en sueños para evitar las pesadillas, pues ahora, a las pesadillas sucede encontrarlas estando despierta.
De pronto me vi sola de noche en un hospital, rodeada de enfermos y médicos, y a lo lejos, escuchaba el grito de familiares clamando por sus deudos. Estaba allí, tendida en una cama sin saber de nadie, sin saber si la madrugada llegaría otra vez a mí.
Nunca imaginé mi muerte. Ni siquiera a modo de una película de terror. Y es que nunca piensas que lo dicho por los noticieros pueda pasarte siquiera; pueda la realidad tocar tu puerta o entrar por una ventana.
Siempre fui una mujer fuerte que no se doblegó ante la adversidad. Pero llegó a mí invisible, cual predador, y lo peor de todo es que, una vez contagiado, el predador puedes serlo tú para los demás.
Soy Isabel, la víctima mortal 2.020; mismo año en que comenzó nuestra tragedia. Desde la sombra No es la sombra donde esperamos. No es la mascarilla que enmudece el rostro. No es el adiós a las cosas que edificamos con esmero. No es el tiempo que se ha hundido en un pozo que aún no toca fondo. No es la mirada que viaja más allá de nuestras costas y permite presenciar la suma de todos nuestros miedos.
Es la distancia que nos hemos impuesto la que cuesta tanto soportar, cuesta tanto mantener, al despedir a los que amamos, sin un abrazo.
Nota Editora: Este relato es un homenaje inspirado en la historia que escribe la periodísta Záyin Dáleth Villavicencio, sobre la muerte de su Madre, el 13 abril 2020. Ver link: https://www.jornada. com.mx/ultimas/politica/2020/04/13/la-muerte-numero-dos-tenia-ojos-negros-y-era-mi-madre-9411. htm