Responder con humildad podría ser un camino para dejar esta fiesta loca y universal de las figuras y sombras que se agrandan, como en la caverna de Platón, pero que son de unos pequeños seres humanoides, miserables por opción, que, sin embargo, se hacen llamar “Homo Sapiens” y amos del universo…, pero que desde hace siglos han dejado de serlo.
¿Qué tenemos de sabios? A lo mejor, la mayor sabiduría es reconocer que no la tenemos y que somos unos monitos que se creen evolucionados... pero que somos primates llenos de cosas para sentir que somos hombres y mujeres evolucionados: con cientos de amigos en Facebook, con miles de seguidores en Twitter, miembros de clubes entre iguales, coleccionistas de cuadros de famosos, lectores de best sellers ligth para luego comentarlos en reuniones ligth.
Si somos lo suficientemente honrados nos veremos como leves impulsos para alcanzar el bien, pequeños intentos de cambiar el mundo (¿qué tema más vintage, parte de un catálogo de antigüedades, no?) pero con un resultado pobre… saltos, saltos y saltos sin coger nada.
¿Ganará la insignificancia aprendida o la grandeza por aprender de la identidad humana?
Kundera opta por una salida: Hay que usar el humor nos dice, reírnos de nuestros saltos, ridiculizar nuestros afanes de creernos reyes. Opta por no tomar el mundo seriamente y ver en el humor una lucha por el cambio, una resistencia que asume la propia insignificancia en medio de tanto reyecito que se pasea por nuestro pequeñito planeta.
En esta breve novela teatralizada de su último libro, Kundera desde una mirada ácida de su tiempo y cultura, critica la inutilidad de los brillos y las apariencias del poder, a la vez que describe nuestra época como “civilizada”, en donde la competitividad transforma a la vida en una lucha de todos contra todos:
Como dice Kundera estamos en una época "civilizada" en que nos diferenciamos por "sentirse o no sentirse culpable. La vida es una lucha de todos contra todos. Ganará quien tenga éxito en hacer sentir culpable al otro"... y que se pase así la vida excusándose y pidiendo perdón.
“El ser humano es únicamente soledad. Una soledad rodeada de otras soledades”… así se expresa la insignificancia de la vida.
“La insignificancia, mi amigo, es la esencia de la existencia y está con nosotros siempre y en todas partes.
Está presente incluso donde nadie la quiere ver: en los horrores, en las sangrientas batallas, en las peores desgracias. Esto a menudo requiere coraje para reconocerla en condiciones también dramáticas y llamarla por su nombre. Pero no se trata solo de reconocerla, tienes que amar a la insignificancia, debemos aprender a amarla”